24 Noviembre 2016

Buenos días, hoy meditaba en este versículo y quisiera compartirte lo que he aprendido.

Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! 1 Corintios 9:16

La responsabilidad principal del cristiano en la tierra es agradar a Dios, y para agradar a Dios debemos hacer dos cosas: 1) Vivir por fe y en santidad (pues “el justo por la fe vivirá y “amarás al Señor tu Dios con todo lo que eres”); 2) Predicar el evangelio y esparcir la buena noticia de su hijo (porque nos dijo: “Id por todo el mundo y predicar el evangelio” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”).

Es en este segundo punto donde hemos perdido más terreno, donde hemos hecho a un lado nuestra responsabilidad y donde hemos dejado de intentar. Vivir por fe implica todo el modo de vivir del cristiano, desde que se levanta hasta que duerme, en cada paso, decisión, acción emprendida, para con Dios y con los hombres. Predicar el evangelio es ir un poco más allá y convertirnos en mensajeros del evangelio que Dios nos envió a nosotros primero.

Predicar el evangelio es ir a dar tu vida por otros, tu tiempo y tu esfuerzo para dar a otros el urgente mensaje del peligro inminente en que se encuentran, y quiero que recuerdes algo, no es un consejo, o una opción, es un mandato tan vigente y tan necesario de cumplir como amar a Dios y a nuestro prójimo, pues estas dos son la razón de hacerlo. Sin embargo, no podremos hacerlo si primero no creemos nosotros mismos que nuestros vecinos y amigos se encuentran en un peligro inminente.

No es lo mismo saber que creer. Sabemos que usar el celular al manejar es peligroso, pero no lo creemos hasta que chocamos por estar usándolo. Antes de eso, lo sabemos, pero no creemos que nos pueda pasar a nosotros, somos un punto y aparte de todos los demás, más hábiles, mejores. Cuando chocamos, cuando un amigo muere en un accidente causado por un celular, es cuando empezamos a creerlo y cuando dejamos de usarlo.

De esa misma manera, sabemos que las personas que amamos van directamente al infierno y a la muerte eterna, pero no necesariamente lo creemos. De otra manera, tendríamos la urgente necesidad de advertirles de ese peligro y de hablarles de la única posibilidad que tienen de salvarse.

Pero no lo hacemos. Notemos la necesidad que Pablo tiene en este pasaje de predicar el evangelio y oremos para que nosotros la tengamos también. Él está defendiendo sus derechos de apóstol ante una iglesia de Corinto que le dio muchos dolores de cabeza, sin embargo, a pesar de no ser tratado y ayudado como es debido por el mismo cuerpo de Cristo, él no puede dejar de predicar el evangelio porque necesita predicarlo. Dios le dio esa encomienda, y ha puesto a Dios por encima de sus problemas, escasez, necesidad y resistencia. Le es imperativo obedecer el mandato de Dios y compartir su mensaje.

¿Lo es para nosotros? ¿Será que sabemos del peligro en que se encuentra el mundo, pero no lo creemos? ¿O será que sabemos lo que dice la Biblia pero no le creemos?

Seamos esforzados y valientes en cumplir lo que Dios nos ha mandado a través de su palabra y salgamos con fe y valentía al mundo a compartir el mensaje más maravilloso y sublime que jamás puedan escuchar… pero primero aprendamos a creer ese mensaje nosotros mismos.

Deja un comentario