Unidad en el Espíritu 1: La humildad

Hay una canción que me gusta mucho de un cantautor cristiano de nuestros tiempos. La canción se llama “Cristianos” y va ad hoc al tema de esta entrada. Desde que conozco esa canción ha sido un tema de mucho pensar pues es una realidad, si tienes oportunidad de oírla te la recomiendo.

En Efesios Pablo nos habla de diferentes temas respecto a nuestra relación con Dios y con otros. Primero nos dice como Dios nos escogió y sus razones, incluyendo una garantía de nuestra salvación (Efesios 1:3-14), nos habla de la sabiduría y revelación de su vountad y algunos de sus atributos (Efesios 1:15-23), para luego continuar diciendo que la salvación es por gracia, no por obras pues nuestras obras son obras de maldad (Efesios 2:1-10), y de cómo, a través del sacrificio de Jesús en la cruz, Dios restablece la relación con el hombre (pues la habíamos perdido al pecar Adán, Rom_5:12,19; 1Co_15:21) sin importar si somos judíos o gentiles (como nosotros) y nos recuerda que debemos de madurar en nuestra fe (Efesios 2:11-3:13). Para terminar brevemente diciendo que el conocimiento que tengamos (antes, los judíos no podían, ni querían, compartir sus creencias con el resto del mundo, ellos eran el Pueblo escogido por Dios mismo, ¿por qué habrían de hacerlo?) es excedido por el amor y es en este contexto en el que Pablo empieza en el capítulo cuatro a hablarnos de la unidad del cuerpo de Cristo, tema que aborda en diversas cartas y en diferentes formas, ya que es un tema de suma importancia para la Iglesia de Cristo.

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. Efesios 4:1-2

En este capítulo Pablo centra su atención en la unidad en el Espíritu que debe tener la Iglesia de Cristo. En el versículo 1, Pablo nos insta a permanecer en esa vocación al que somos llamados. ¿Cuál vocación? La que Dios mismo tiene para cada uno de nosotros al llamarnos hijos suyos.

Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. 2 Pedro 1:10-11

Este versículo nos aclara un poco más a que tipo de llamado se refiere. La vocación es un tema que es muy extenso, y no es parte de lo que en esta ocasión quiero compartirte, pero recordemos algo, el llamamiento es algo virtuoso que Dios nos da, algo honroso (las palabras “llamados” y “vocación” derivan de la palabra griega “kalós” que significa justamente eso: hermoso, principalmente bueno; valioso o virtuoso). Pablo nos insta entonces a andar conforme a ese llamado, pero en el versículo 2 de Efesios nos habla acerca de otras dos palabras que a veces no nos gustan: humildad y mansedumbre.

Vamos paso a paso, ¿qué es humildad? Según el diccionario RAE, es la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo a ese conocimiento. También es bajeza de nacimiento o de cualquier especie y sumisión y rendimiento, aunque como jóvenes (y humanos en general) no es algo que nos agrade. Algo interesante es que la palabra humildad usada en este versículo en realidad habla de ausencia de orgullo y de una sencillez de mente, y claro, también habla de humillación (abatir el orgullo y altivez de alguien; arrodillarse o hacer adoraciónde la mente, de un sentimiento de pequeñez, cosa que no nos gusta que nos digan y mucho menos hacer.

Entonces, humildad habla de saber quiénes somos y cuales con nuestras limitaciones y debilidades. Cuando analizamos nuestra situación y condición delante de Dios y en comparación a Dios, simplemente no nos queda más que reconocer que no somos nada delante de él, nada; y en ese conocimiento de bajeza y con corazón sumiso y de adoración delante de Dios, es que hay que vivir conforme a su Palabra. En su grandeza, Jehová nos mira cuando tenemos un corazón humilde y temor de su Palabra, Isaías 66:1-2: «Jehová dijo así:  El cielo es mi trono,  y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.» Seamos como aquel publicano de Lucas 18:9-14, específicamente en el versículo 13: «Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador«, que reconoció sin pretextos su condición, un reconocimiento pleno y sin excusas, sin justificaciones. En el versículo 14 Jesús nos enseña la diferencia de vivir con una actitud de soberbia a vivir con una actitud humilde delante de Dios: «Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.»

Hablando de Jesús (y de nosotros como cristianos, es decir «pequeños cristos»), él mismo se pone como ejemplo de humildad en Mateo 11:29: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;» llamándose a sí mismo humilde de corazón. Pablo quiso que los Filipenses también lo entendieran así, y a nosotros nos queda claro en los versículos 2:5-8

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Filipenses 2:5-8

¿Puedes imaginarte al Creador del Universo, el ser Todopoderoso, el Ángel de Jehová, clavado a una cruz humana y reducido a una persona desfigurada y humillada (burlada, exhibida, hecha menos por otros) y muriendo? Pues eso hizo por obediencia para que tú y yo podamos tener una oportunidad de ser librados del castigo que merecemos por nuestros propios crímenes ante la ley de Dios. Pablo nos habla aquí de cómo Cristo se humilló en obediencia, y si seguimos leyendo hasta el versículo 11 veremos que el Padre lo exalta por esa obediencia humilde (esto no quiere decir que debemos humillarnos por obtener una recompensa, eso es ilógico y hasta contradice el concepto de humillación). Ahora, la razón por la que Cristo hizo esto también tiene que ver con su mansedumbre (manso y humilde), pero eso lo veremos en la próxima entrada. Concentrémonos ahorita en la humildad.

Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. 1 Pedro 5:5-7

Aquí habla directamente a los jóvenes, dando una instrucción directa de lo que deben hacer, humillarse, tener un modo de pensar humillado por disposición (voluntad propia) y no ser soberbios o exaltarse a sí mismos, pues en varias ocasiones la Biblia advierte de las consecuencias de ambas actitudes del corazón (Proverbios 3:34; Mateo 23:12; Lucas 14:11, por decir algunas). Sabemos que solamente porque Dios es Dios es que él es grande y no hay nadie mayor que él en poder, gloria o sabiduría, y lo maravilloso de eso es que aun siendo quien es, se tomó el tiempo para voltear a vernos y considerarnos (Salmo 138:6Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos.«), pero sólo lo hace con aquellos que tienen un espíritu humilde (Isaías 66:2). Esto no quiere decir que Cristo haya venido a morir sólo por algunos cuantos escogidos, sino que en su amor, Cristo murió por todos ya que la voluntad de Dios es que todos alcancemos su promesa (2 Pedro 3:9), pero si quiere decir que sólo aquellos que crean en él y reconozcan su propia condición delante de Dios, alcanzarán esa salvación prometida.

Ahora, la humillación del corazón puede salvarnos de las consecuencias que la altanería y la soberbia pueden traer a nuestra vida, como vemos en el ejemplo del pueblo de Israel al reconocer su pecado en 2 Crónicas 12:7: «Y cuando Jehová vio que se habían humillado, fue palabra de Jehová a Semaías, diciendo: Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve, y no se derramará mi ira contra Jerusalén por mano de Sisac.» Y en 2 Crónicas 32:26: «Pero Ezequías, después de haberse enaltecido su corazón, se humilló, él y los moradores de Jerusalén; y no vino sobre ellos la ira de Jehová en los días de Ezequías.»

Nuestra humillación también marca la diferencia entre que Dios escuche nuestras oraciones o no, pues él no es un amigo, subordinado o genio de una lámpara al que podamos chasquearle los dedos y automáticamente tenga que contestarnos todas nuestras oraciones.

Mas al rey de Judá, que os ha enviado a consultar a Jehová, así le diréis: Jehová el Dios de Israel ha dicho así: Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se conmovió, y te humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, yo también te he oído, dice Jehová. 2 Crónicas 34:26-27

Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios. Salmo 51:17:

Los jóvenes de hoy tienen la mala costumbre de actuar cómo la gente de este tiempo, se les dice que deben superarse, que deben estudiar para ser mejores, que deben trabajar arduamente para llegar lejos, y es verdad, no estoy en contra de ello, debemos estudiar y trabajar para no hacernos perezosos y ociosos, pero siempre de acuerdo al propósito de Dios en nuestra vida, en su tiempo, y siendo humildes de corazón, recordando que si llegamos a algún objetivo es por pura Gracia de Dios y porque él nos quiere ahí, no por nuestras habilidades, esfuerzos, intuición… o trampas. Les aseguro que hay un montón de gente que han seguido este camino toda su vida y aun así no han logrado nada. De nosotros depende si la humillación en nuestra vida viene como una actitud voluntaria de nuestro corazón o como consecuencia y castigo de Dios en nuestras vidas orgullosas:

Muchas veces los libró; mas ellos se rebelaron contra su consejo, y fueron humillados por su maldad. Salmo 106:43

Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra. Salmo 119:67

Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Salmo 119:71

Entendamos que cuando Dios te humilla no es para hacerte sentir mal o desdichado, sino para corregir tus caminos y acercarte a él. Muchas veces esa humillación es simplemente consecuencia de nuestras propias decisiones y acciones, sin que Dios intervenga para librarte de ella. Sin embargo, esa humillación puede endurecer nuestro corazón si somos orgullosos, si no somos sencillos de mente y corazón, y en lugar de acercarnos más a Dios nos alejamos y lo culpamos por lo que nosotros mismos causamos. Cada uno de nosotros tiene que decidir qué respuesta dará a la humillación cuando venga, voluntariamente o como consecuencia de nuestra vida de pecado.

Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con la Unidad en el Espíritu? Bueno, es algo que iremos viendo, pero era importante aprender que es ser humildes. Pablo nos enseña en esta carta a los Efesios que es una actitud del corazón y que debemos tenerla para poder verdaderamente llegar a esa Unidad en el Espíritu. Sin humildad no podemos ser miembros del mismo cuerpo, no podemos exhortarnos los unos a los otros, no seremos enseñables ni enseñaremos la sana doctrina, pues querremos ser cabeza cuando ese puesto ya está ocupado por Cristo.

Para terminar, te dejo estas dos citas dónde Jesús habla de quién será el mayor explicando que para serlo, hay que ser humildes cómo un niño pequeño.

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Mateo 18:1-5

Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió. Marcos 9:33-37

En la próxima entrada hablaremos de esa segunda palabra que Pablo menciona junto con humildad, y que, cuando estudiamos la Biblia, nos damos cuenta que casi invariablemente vienen de la mano, tanto así que podríamos llegar a pensar que son sinónimos. Pero de eso hablaremos después.

¡Dios te bendiga!

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